.: Friday, January 24, 2014 :.
Los días de un hámster al que ya no le queda nadie
El día en que Kabo nació, tenía
junto a él a sus ocho hermanos de camada, su madre, su padre y su tío; todos repartidos
en tres jaulas individuales. Antes de iniciar su madurez sexual, sus primeras semanas
de vida las pasó junto a su madre y hermanos hasta que fueron separados primero
según su sexo y después de manera individual para prevenir la procreación
indeseada y la lucha territorial. No obstante, el pequeño hámster no iba a separarse
por completo de su familia, pues las jaulas individuales eran almacenadas en un
bloque similar a uno de edificios.
Cualquiera pensaría que Kabo
jamás se sentiría solo, pero hoy se siente así. Y es que ni ocho hermanos, ni
una madre ni un padre ni mucho menos un tío presentes aseguran que la soledad nunca
tocará a la puerta, porque hoy Kabo lleva casi un mes siendo el único de los
Lavito Shen. Y antes de que se lo pregunten, el señor roedor no tiene nada de
hámster chino en su sangre. Es, simplemente, un hámster sirio
de la variedad visón, con ojos normales de
color negro. Kabo tenía una hermana llamada Alma que sí tenía ojos especiales:
el derecho era rojo y el izquierdo de color negro con matices guinda. En la
familia Lavito Shen
ya había
características de ojos rojos en el abuelo paterno, las que solo pareció
heredar uno de los hermanos de camada de Kabo, Rabi, quien tomó no solo los
ojos del abuelo, sino que también una imagen calcada de su tocayo. A Mendel le
habrían encantado conocerlos porque confirmaban su segunda ley sobre
similitudes entre abuelos y nietos.
Existe otro detalle que no se ha
mencionado aún sobre la vida de este longevo roedor: Kabo tenía un gemelo,
Modeloco
—originalmente,
Modeloca
—, un hámster
que pasó travestido la mayor parte de su vida debido a una confusión con su
sexo desarrollado tardíamente. Pero eso a Modeloco no pareció importarle: visión
y angora como su gemelo, presumía su largo pelaje en las caminatas con arnés y
los recorridos por la casa, porque otra cosa que no se ha dicho es que esta
familia de hámsters, al menos en su tercera generación, había sido educada con
paseos rutinarios con arnés por los alrededores, lo que no impedía que en
flexibles maniobras pudieran deshacerse de él y huir por los rincones y
escondites. Felizmente, ninguno se perdió en los recorridos y todos ellos murieron
a causa de diversas enfermedades que acompañan la vejez. Solo dos no alcanzaron
a cumplir el año, entre estos, el hermano gemelo de Kabo.
Siempre se pensó que Kabo sería
el primero de la camada en morir. Memorable fue el operativo organizado en el
hogar que incluyó a toda la familia para sacar al pequeño roedor recién
independizado de su nicho-casita, porque no se había dado cuenta de que era más
grande que la ventana pequeña junto a la puerta de salida, e intentando salir
por la primera, se quedó atascado hasta que pudieron sacarlo de ese atolladero destruyendo
parte de su nicho. Sus múltiples accidentes, todos ellos sin consecuencias
graves, hicieron pensar a todos sus dueños que con suerte pasaría a la
edad adulta. Sorprendentemente, resultó ser el hámster más longevo de su
familia con dos años y siete meses de edad, tiempo que casi alcanza los tres años de plazo
de vida en una especie que con suerte llega a cumplirlos. Ni la caída de pelo ni
la soledad lo han mermado en fuerzas y todas las mañanas en su hogar puede
oírse su rueda sin aceitar girar con el pequeño hámster dentro.
Labels: hámsters
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Blanca posted
@ |10:30 PM|
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